El sentido del humor es la forma humana de expresar las ganas de vivir.
Mi madre siempre cuenta un chiste, el de los garbanzos, en el que lo más gracioso es un niño que vomita y vomita, y como no para, el padre le dice: ¡Niño, a ver si echas ya la pringá¡¡. En fin, cosas de mi madre. Por otro lado es escuchar la palabra "pene" en cualquiera de sus acepciones, (cuanto más vulgar mejor) y se parte de risa. Cualquiera diría que está casada...
Hay gente que, más que contar chistes, hacen de su vida un chiste.
Otros, con los que más me río, son tan sosos, rancios, serios, etc... que cuando cuentan un chiste te estás riendo antes de que se acabe por cómo lo cuentan. Son los típicos de "cómo era...sí, creo que decía algo así...", o los que, directamente te lo explican "claro, es un chiste porque...si te fijas...".
Los hay, que son los que más me gustan, que sacan sus artes cómicas en un contexto serio y aparentemente desconectado. Son los que, ingeniosamente, te meten una relación de cosas inesperada, los que con una frase escueta te muestran quién eres y cómo te ven en determinado momento. Como soy bajita, de este caso tengo muchos ejemplos. Mi padre me dice "eres grande, pequeña", mis amigos me dicen que me envidian porque quepo en cualquier lado, que si estoy concentrada como los mejores detergentes... Y mi frase de respuesta favorita es "estoy a la altura adecuada, a la del corazón", o "las esencias vienen en frascos pequeños"...
Luego están los que tienen risa contagiosa, que no te has enterado de lo que se ríen, pero da igual, acabas partida de risa por el suelo. Eso me pasó con una compañera de piso. Estábamos viendo un programa rosa, y salió un montaje de la Pantoja dando vueltas a velocidad supersónica mientras cantaba una canción de amor coplera a su "Cachuli". Mi compañera se puso a pegar gritos, voces y carcajadas, todo tan contagioso, que acabamos la una encima de la otra intentando tapar la boca a la otra para que parásemos, pero nada... Vino nuestra otra compañera y, cuando le contamos (como pudimos y entre lágrimas y carcajadas) de qué nos reíamos, nos miró con una cara de "no puedo creerlo", hizo que era muy gracioso, y se fue a su habitación confusa y mosqueada como cuando uno escucha a un loco.
En fin, que la risa es muy buena, pero sin duda, con lo que más nos reímos es con nosotros mismos. Una amiga mía, no hay vez que me vea que me recuerde la anécdota aquella de "David y José". Ella estaba saliendo con un chico que no le gustaba, David, y en ese momento empezó a conocer a otro que la traía por la calle de la amargura. Total, que una noche loca de pasión con su novio, en el momento menos adecuado exclamó "ay, Joooose". ¿Qué?, le preguntó el novio. Nada, nada, que vayas para abajoooooo, abajooooo. Él no se lo creyó, se enfadó, ella le contó la verdad, y él (inexplicablemente para cualquiera que lo oye) le pidió perdón. Está claro que decir la verdad ayuda. Lo que no sé si ayudará siempre tanto como en este caso...
Por cierto, un chiste:
-Pepe, qué cerdo eres, todo el rato eructando.
-Calla, calla, que he comido manitas de cerdo y deben estar aplaudiendo............