14 abril 2009

Cómo arrasa todo la ola. Vaho de silencio sin tus palabras calladas. Me enseñaste cómo ahogarme solita. Y desespero tus naufragios de gritos familiares. Arrastro mis pies a lo largo del día. Ciega y sorda de todas las felicidades. Retumbante agonía tu inexistencia fantasma. Qué castigo he de cumplir. Qué tiempo he de esperar hasta no verte. Aprendiendo a hacer gris la luz que me falta. Rezando a la rutina que me haga un muerto más. Que no aparezcan tus pasos en la arena de mis noches. Que no te rodeen mis sueños. Acostumbrarme de una maldita vez a andar sin coger de la mano a nadie. Y menos a espectros.
Pero quién se cree que me iré. Vagaré intentando adentrarme en tierra de nadie. Pero nadie siempre eres tú. Y tus aristas secas, muertas, forzadamente calladas, herirán mis despertares. Saltaré, te dibujaré en cada trazo. Veré como te vas desvaneciendo en el horizonte. Y, como el sol, te irás escondiendo, tras las montañas. Llevándote contigo la luz hasta dejarme a oscuras.

1 Comentarios:

Blogger Rodolfo N dijo...

Aún en la ausencia total de luz el perfume de una flor puede iluminar el alma...

8:20 p. m.  

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