Acércate lentito. Como hay que acercarse. Tómame del cuello en tus manos y arráncame las fauces en un tierno bocado. Deja que tus dedos sigan la línea marcada. Ardiendo brasa efímera en la piel. Llévate por delante ropas, telares y otros colgajos inútiles. Déjame viva y fria frente al sol. Palpitando lejos del gris de los días. Molde del calor expectante de tu suprema vigilancia, pícara. Das el paso a mis brazos y encajan en tus sueños. Mi piel te rodea, muda dejada en otras vidas por tu piel de serpiente. Chocan pasados y al chocar hoguera que olvida. Choque, roce, caricia. Avaricia. El todo en la parte. Una parte del todo abandonado cuando se nace. Resurgir. Hacerse más alta y más bella. Eterna. Poderosa en tu poder de hombre. Fuerte y sabrosa. Volar y subir a tus ojos de abismo de alas de pájaro. Voltear la realidad, boca abajo, marearla, escrita en papel fijo. Hueles a tierra, carne y sal en los pulmones. Sabes a quebranto dulce y leche amarga. Tus brazos más allá de paredes. Tus manos el mundo desde la luna, sin nombres ni grabados. Ojo espía de mi cuerpo anhelante y sus rincones. Abierto canal encendido en la forja de la espada.
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