26 octubre 2007

Este es uno de los días que vuelven negro lo azul. Todo se densa, se espesa, y sólo veo mi espejo. Los límites se cierran poco a poco, el aire está viciado, el sol es de un naranja sangriento, como el oxígeno después de un cataclismo nuclear, las nubes son filos de cuchillos polares, el viento es ese que por Tarifa dicen que vuelve loca a la gente. Miro a corta distancia y veo cosas manidas, sin sentido, con un ruido de fondo como de péndulo de reloj de pared. Hoy el frío sale de dentro, y por muchas chaquetas que me ponga me hielo y sudo. La navidad ya está aqui. Una más. Y la promesa de no esperar nada de ellas ya no es una esperanza, es una bendición. La época más hueca del año, como un calcetín dado la vuelta, el principio del eterno retorno, la realidad cruda de que treinta años más, treinta años menos, eres, esperas, buscas lo mismo, y que dentro de ese calcetín no hay nada, ningún nombre titula nada, ningún personaje capaz de protagonizar, ningún narrador con voz propia. Sin historia. Enlazo la historia de la deshistorización de mis días. Que es nada. Como lo que tengo delante. Como los rayos de un sol glaciar. Como la almohada plana de mis noches. Como la ropa interior de mis entrañas.

10 octubre 2007

Siguen pasando los días,
sigo andando caminos,
cada vez más alegre.
Pero me pierdo.
Me acostumbré a pintarme de felicidad,
a dejarte de lado,
a preferir el cariño de mis seres cercanos.
Pero no me encuentro.
Ya no me falta el aire,
relleno mis horas de actividad imparable,
pero te añoro.
Te añoro
como los cementerios añoran la vida,
como la desembocadura el agua dulce,
como mis labios tu piel.
Barrí cualquier rescoldo,
eché agua en las ascuas,
y en pleno verano
hizo tanto frío
sin fuego
sin calor
sin ti.
En la felicidad helada de hoy
dibujo tu cara en el aire,
en cada pausa te oigo respirar,
repito tu nombre en el silencio
y todas las noches me abrazo
a tu tacto imaginado.