18 septiembre 2006

Te despido

Ya no le quiero, es cierto,
pero cuánto le quise.
Mi voz buscaba el viento,
para tocar su oído.
Ya no le quiero, es cierto,
pero tal vez le quiero.
Es tan corto el amor,
y tan largo el olvido.


Y de nuevo te despido para mis adentros.
Mis manos las tengo comprometidas,
las tuyas no se mueven por cobardía,
y otra vez te despido para mis adentros.

Que la vida pase,
que el hueco sea ya infinito,
que la distancia incontable,
te da igual,
tu mano no se mueve,
el tiempo pasa,
y te voy diciendo adiós.

Y mientras,
sigo siendo la ficha del puzzle
que no encaja en ninguno,
la pesadilla inaccesible
de un mundo distinto,
la soledad de los días eternos,
y ese dolor que nunca descansa,
la impresión de un abismo entre todos y yo,
que no hay abrazo que supere,
que no hay amor que abarque,
sólo mis sueños,
que me alejan aún más,
y me estancan
en una cárcel tóxica
con sólo ese dolor,
que no descansa.

13 septiembre 2006

Cotidiana Rutina

Ayer decidí escribir a un antiguo amigo. Hace dos años, y tampoco tuvimos mucha relación, pero me dio por ahi. Lo más lógico era pensar que no contestaría, ni siquiera debería acordarse ya de mi. Era una persona reservada, tímida, así que esperaba como poco indiferencia. Pero no fue así. Al día siguiente recibí un mail que decía que claro que se acordaba de mi. Que hay gente que "pasa por tu vida como un corcho de una botella en el mar, que siempre está ahí, esperando llegar a la orilla, esperando una tormenta o una marea que lo devuelva a tierra". Así que soy un corcho... O una botella, no me enteré mucho. En fín. Hemos quedado en volver a ir a nuestros conciertos, a nuestras charlas, a su estudio de grabación, y retomar lo que dejamos en pausa. Lo cierto es que no tengo mucho tiempo, ni muchas ganas, demasiado culto para mi, quizá, o demasiado... demasiado... No sé, demasiado. Y sin saber porqué, después de leer el mail busqué en el desván una caja que guardé hace cuatro años, con peluches, figuritas, recuerdos... y saqué mi pelón. Nunca he hablado de mi pelón. Es un muñeco, de estos muy parecidos a los bebés reales, y calvo (por eso lo de pelón). Me lo compró mi abuela cuando yo tenía cuatro años (conclusión, el muñeco tiene 25). La pobre ahorró para poder comprarme el muñeco más puntero de la época, que ya en esos entonces, podía mover la cabeza y lloraba. Desde el año siguiente de comprarlo ya no llora ni se mueve, me lo cargué de las palizas que le daba. Pero siempre, en todas las casas, ciudades, y pueblos en los que he vivido, siempre me ha acompañado. Cuando era pequeña lloraba abrazada a él. Cuando no tenía amigas le daba "clases" a él solo. Cuando no tenía a quien hablarle le contaba lo que me pasaba, y me daba soluciones... Hasta hace cuatro años, que lo guardé en una caja y lo subí al desván. Avergonzada casi de que con mi edad haya todavía muñecos en mi habitación. Pero ahora, no sé porqué, lo he vuelto a bajar. Estaba amarillo y olía a cerrado. Los ojos estropeados, cada uno para un lado, y con la cabeza suelta del cuerpo. Le he agarrado la cabeza con un cordel. Le he limpiado brazos, piernas y cara con un estropajo y un líquido no abrasivo, le he puesto en la lavadora el cuerpo de esponja, le he metido detrás de las órbitas oculares unos cartones para que se le queden los ojos fijos, y le he vestido con un trajecito de lana azul de cuando mi hermano era bebé. Y ahora está encima de la cama, limpito, reluciente, alegre, me mira y, de nuevo, parece vivo.

08 septiembre 2006

Llueven ranas

Me quedaba durante las noches despierta sabiendo que estarías en ese preciso momento haciendo el amor a la otra. Preguntándome si volvería a ver un euro tirado en los asientos traseros de tu coche la próxima vez. Y me reía de ello cuando me decías que te olvidaste de su nombre y dijiste el mío. Todo lo que hacías me mandaba al infierno para al rato siguiente ver el cielo. Y como nunca había visto tan de cerca el cielo no te alejaba de mi lado, antes me hubiera cortado una mano.
Ya no. Ya no hay cielos. Hay un vacío inmenso que ya sé que sólo es culpa mía. Hay personas que me ayudan o no, que están cuando se las necesita o no... Ya no voy a escribir una historia digna de ser relatada cada vez que me hagan daño. No. Si me hacen daño sólo es eso, que me hacen daño. Ya no veo príncipes, se convirtieron en ranas en cuanto las besé. Ranas tan, tan normales que sólo parecen eso, humanas. El amor dejó tirado en el barro su nombre.
Antes hablaba contigo, ahora con mi vacío, sí, tiene nombre de príncipe, quizá por eso lo elegí.

03 septiembre 2006

España Campeona¡¡¡


El triunfo de la humildad y el juego de equipo. En palabras de Gasol: "Da gusto jugar con unas personas tan buena gente y tan normales. Me siento mucho más a gusto aquí que en el otro lado...".

EEUU, no lo sois todo, ni el dinero lo compra todo.

02 septiembre 2006



Nadie sabe que era a mi a quien mirabas así, en la tetería, rodeado de velas, espero que no fuesen de vudú. Habíamos andado por toda la ciudad, te enseñé todo lo que hay por ver, y tras cuatro días perfectos, más que días eran sueños, tuviste que irte. No dejaba de sonar en mi cabeza la sonata para violín de Cesar Franck, la misma que le recordaba a Odette a Swann, el protagonista de "en busca del tiempo perdido", de Proust. Me sentía un Swann, mi tiempo perdido eras tú. Pero lo cierto es que te fuiste. Y no paraba de sonar esa música en mi cabeza. De tonalidad mayor, mi ánimo no era precisamente así, pero sonaba y sonaba. Sólo paraba cuando me llamabas desde tan, tan lejos, casi no te escuchaba, parece mentira que Francia esté tan cerca y tan lejos, a la vez. Tu voz tenía el ritmo de "Autumn leaves", cadenciosa y dulce, pero triste, triste. Y por segunda vez te fuiste, esta vez no a tu país, sino de mi vida. Tu español afrancesado, sin erres, pronunciando todo con boquita de piñón, como yo te decía, pone letra todas las noches a la sonata de Franck. Y sólo me quedaron estas dos fotografías tuyas y alguna más, casi robadas, y tus recuerdos. A veces pienso que hay más segundos en mi vida de tus recuerdos que de mi propia realidad. Y me alegro. Otras veces me entristece, y me rabia, pero me alegro en el fondo. De esas dos fotos, que sean tan mías, que logre entender, por fín, los boleros, y que me cabree con cada película de Meg Ryan o Sandra Bullock.
Nadie sabe que estuve contigo, siquiera que te conocí. Como si tu nombre fuese pecado. Lo pronuncio para mis adentros y suena tan suave, tan corrosivo y eterno. Lo pronuncio como invocando un diablo, un fantasma, lo digo tres veces, como en las películas de miedo, delante del espejo, para ver si apareces. Uno, dos, tres, nada. Ocho meses después me llamaste. Cada día de esos meses pensaba en hacerlo yo, tragarme mi orgullo y escucharte. Pero te adelantaste. Por eso te amaba como al mismo infierno. Por ser tú, precisamente, llamaste. El mundo se volvió del revés, hasta las paredes cantaban con la esperanza de verte, pero como dicen los Rolling "You can´t always get what you want". Me diste demasiado para esperar que durase siempre. No te volví a ver, por supuesto. Y más que nunca, agarro estas dos fotos y cada día que las miro veo algo nuevo, como si tuviesen movimiento, como si estuvieses aqui. No te irás nunca de mi, lo último que veré cuando me vaya serás tú, notaré tu tacto en cada momento de agonía, y me hablarás al oído cuando nadie me escuche, cuando pese el levantarse cada mañana me darás palabras de ánimo que sólo tú conoces, me reconfortarás en la desdicha, en la desidia, y me iré contigo siempre que tenga tiempo a nuestro mundo de ensueño.