Nadie sabe que era a mi a quien mirabas así, en la tetería, rodeado de velas, espero que no fuesen de vudú. Habíamos andado por toda la ciudad, te enseñé todo lo que hay por ver, y tras cuatro días perfectos, más que días eran sueños, tuviste que irte. No dejaba de sonar en mi cabeza la sonata para violín de Cesar Franck, la misma que le recordaba a Odette a Swann, el protagonista de "en busca del tiempo perdido", de Proust. Me sentía un Swann, mi tiempo perdido eras tú. Pero lo cierto es que te fuiste. Y no paraba de sonar esa música en mi cabeza. De tonalidad mayor, mi ánimo no era precisamente así, pero sonaba y sonaba. Sólo paraba cuando me llamabas desde tan, tan lejos, casi no te escuchaba, parece mentira que Francia esté tan cerca y tan lejos, a la vez. Tu voz tenía el ritmo de "Autumn leaves", cadenciosa y dulce, pero triste, triste. Y por segunda vez te fuiste, esta vez no a tu país, sino de mi vida. Tu español afrancesado, sin erres, pronunciando todo con boquita de piñón, como yo te decía, pone letra todas las noches a la sonata de Franck. Y sólo me quedaron estas dos fotografías tuyas y alguna más, casi robadas, y tus recuerdos. A veces pienso que hay más segundos en mi vida de tus recuerdos que de mi propia realidad. Y me alegro. Otras veces me entristece, y me rabia, pero me alegro en el fondo. De esas dos fotos, que sean tan mías, que logre entender, por fín, los boleros, y que me cabree con cada película de Meg Ryan o Sandra Bullock.
Nadie sabe que estuve contigo, siquiera que te conocí. Como si tu nombre fuese pecado. Lo pronuncio para mis adentros y suena tan suave, tan corrosivo y eterno. Lo pronuncio como invocando un diablo, un fantasma, lo digo tres veces, como en las películas de miedo, delante del espejo, para ver si apareces. Uno, dos, tres, nada. Ocho meses después me llamaste. Cada día de esos meses pensaba en hacerlo yo, tragarme mi orgullo y escucharte. Pero te adelantaste. Por eso te amaba como al mismo infierno. Por ser tú, precisamente, llamaste. El mundo se volvió del revés, hasta las paredes cantaban con la esperanza de verte, pero como dicen los Rolling "You can´t always get what you want". Me diste demasiado para esperar que durase siempre. No te volví a ver, por supuesto. Y más que nunca, agarro estas dos fotos y cada día que las miro veo algo nuevo, como si tuviesen movimiento, como si estuvieses aqui. No te irás nunca de mi, lo último que veré cuando me vaya serás tú, notaré tu tacto en cada momento de agonía, y me hablarás al oído cuando nadie me escuche, cuando pese el levantarse cada mañana me darás palabras de ánimo que sólo tú conoces, me reconfortarás en la desdicha, en la desidia, y me iré contigo siempre que tenga tiempo a nuestro mundo de ensueño.