20 noviembre 2011

Vente conmigo a Calcuta

Esta cosa que sube y que baja, pero que nunca se va, que no existe pero te hace latir los fondos como si fueras a romperte de vida, ésto que retorna negro entre mi cansancio de barrer con ello y los deseos de saberlo, lento y pálido, con ojos cerrados. Este engaño del que eres consciente que quieres seguir siendo engañada. Este dolor por adelantado mientras ries y bailas con el recuerdo del futuro. Estas ansias de todo y la impavidez del día que no se mueve, que no significa, pero que está lleno. Esta risa rebelde que se niega a acatar la realidad sin esperanzas.

Adivinas y preguntas por mis pretendientes. Tu gesto se torna tímido y quieres volver a ello.

Todos se van yendo y mi soledad va desapareciendo, contigo.

"No me duermo, vente, hago lo que quieras". Me cuentas la historia de la mujer con la que mejor te lo has pasado nunca, a la que viste años más tarde, embarazada de vuestro recuerdo. El matrimonio, con o sin papeles, es una cárcel del sistema donde no queremos entrar. No quieres tener una familia, una mujer, una casa. Pero todo arrastra a ser lo que nunca quisimos ser. Y hemos entrado, con o sin papeles, con otros, que no somos ni tú ni yo. "Ella sueña con otras cosas, no le ilusiona lo que a tí y a mí". Pero tu modo no es buscar recodos de libertad, aunque reconoces que sería imposible resistirse. Mis pies están fríos y repites lo bien que huele mi pelo. Alguien, clandestinamente, intentó meter su mano en mis pantalones, pero antes acarició mi nariz, te cuento. Tú imitas el gesto, yo me paralizo y cierro los ojos, queriendo expandir los segundos; pero la noche se va, muy rápido. Tu brazo rodea mi vientre mientras mis entrañas tiemblan. El mismo sueño es tuyo y mío, no de ellos, no de los demás. Sólo tuyo y mío. "Pero tengo un gran sentido de la responsabilidad, por eso necesitaría de alguien que tirase de mí". Tras unos segundos de silencio, en los que mi boca, por fin, rompió, sólo dije "vente conmigo a Calcuta"...
Los hombres no suelen expresar sus sentimientos, dices, creemos estar haciendo el rídiculo ¿Es hacer el ridículo decir que se está enamorado, como hizo tal? Eso no tanto, pero sí decir, "por ejemplo, "me gustas mucho"". Pues hay que decirlo. ¿Tú lo haces? Entre dos historias, dos respuestas, moría de nervios. Nadie me confirmaba que estaba oyendo lo que quería oír, y como lo quería oir, no creía que fuera cierto. Así que, a medio camino, "no sé si lo hago, creo que sí". No, respondes. Tú eres como yo. Me echaste en cara que era seco, arisco, y es verdad. Tú tampoco eres cariñosa. Una pregunta que siempre te he querido hacer, ¿por qué cuando das besos agachas la cabeza? Media muerte de realidad venía a mi boca, y no la permití salir. "Será la altura". "Yo tampoco soy Sabonis". "Pues no sé, es la primera noticia que tengo". No se puede decir que es por pura vergüenza, por ocultar algo tan grande que no permite no imaginarse que es otro beso, algo más largo, más íntimo ¿verdad? No, no se puede. Así que, en cuanto un tercero entró en escena, con un brazo encima del mío, tú lo quitaste, pero ya era tarde. Me fui. Antes, como de lejos, te oí ¿y a mí no me das un abrazo? Sin responder, respiré lo que quedaba de noche, cerca de tí, pero sin verte.

Al día siguiente, más gente, nos confundimos con otros. Vienes para irnos, tienes que hacerlo, pero en un rato no me miras ni respondes mis chanzas. Sólo un momento. Poco más tarde cantábamos juntos, silbabas lo que yo silbaba y cantabas lo que yo empezaba a tararear. Canciones sobre ternura y los sueños, sobre un mundo libre donde todos luchan por construir su utopía, que es la misma, es la nuestra.

Y poco antes de dejar de vernos me dices "estarás deseando llegar ¿no?". Hay veces que es imposible decir la verdad, pero igual de imposible contar una mentira, así que simplemente dije, "estoy cansada". Esta vez, a la hora de la despedida sí te abracé y sí te miré a los ojos. Volvió ese gesto tuyo tímido. Y en mi mirada una pregunta: "Vente conmigo a Calcuta".