La última noche
Se unió el azar y el destino
en el deseo de aquel beso.
Te cojí en brazos,
sin dejar de mirarte,
y te llevé a mi habitación
de mendigo moribundo
de amor.
Te quité cualquier barrera,
ya nada había entre tú y yo,
y para sentirte más mía
te cubrí con mi cuerpo.
Borracho de tus ojos,
ebrio de ti,
seguía el ritmo que el anhelo marcaba,
de ti a mi, de mi a ti,
suave y tímidamente,
como si fuese el juicio final.
Sentía tu calor como un traje
eterno
de perpetuidad
y vértigo.
Abarcábamos el mundo entero,
enormes,
de goma
llegábamos hasta las estrellas,
te las regalaba
y prendían en en tu pelo suelto
engalanando la almohada
y perfumando de jazmín
las caricias.
Nunca más he llegado a besar
el cielo.
Nunca más he volado
libre
hasta mi propio ser
y mis sueños
jamás se vieron más
obecidos que ante tus manos.
en el deseo de aquel beso.
Te cojí en brazos,
sin dejar de mirarte,
y te llevé a mi habitación
de mendigo moribundo
de amor.
Te quité cualquier barrera,
ya nada había entre tú y yo,
y para sentirte más mía
te cubrí con mi cuerpo.
Borracho de tus ojos,
ebrio de ti,
seguía el ritmo que el anhelo marcaba,
de ti a mi, de mi a ti,
suave y tímidamente,
como si fuese el juicio final.
Sentía tu calor como un traje
eterno
de perpetuidad
y vértigo.
Abarcábamos el mundo entero,
enormes,
de goma
llegábamos hasta las estrellas,
te las regalaba
y prendían en en tu pelo suelto
engalanando la almohada
y perfumando de jazmín
las caricias.
Nunca más he llegado a besar
el cielo.
Nunca más he volado
libre
hasta mi propio ser
y mis sueños
jamás se vieron más
obecidos que ante tus manos.
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