Suicídate pidiendo su mano, que sólo a quienes no la piden la darán. Esos nombres siempre presentes, omnipotentes. Y sola de tanto regalarme, aguardo la calma o la muerte en manos ajenas, que no me hablen de amistad, ni de lenguaje. Que no miren ni sueñen y sólo les quede respirar.
Qué mala suerte la mía
desear una boca sin nombre
a la mía prendida.
Qué mala suerte la mía
no hallarme ni muerta ni escondida,
que tu puño era la letra
y mi letra la partida.
Qué mala suerte la mía
esperar lo que desespera
no creer ni en la destreza
de la pereza del mar,
deseando la ola,
delicia fugaz,
la ola que me ha de ahogar.
Qué mala suerte la mía
para que otros te olviden
modelarse en poesía.
2 Comentarios:
Tienes una fuerza increíble escribiendo.
Gracias, Seben, gracias
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